Antonin Artaud – Carta a los poderes
4. Carta a los rectores de las universidades europeas
Señor rector:
En la estrecha cisterna que llamáis «Pensamiento» los rayos
del espíritu se pudren como parvas de paja.
Basta de juegos de palabras, de artificios de sintaxis, de malabarismos formales; hay que encontrar – ahora – la gran Ley del corazón, la Ley que no sea una ley, una prisión, sino una guía para el Espíritu perdido en su propio laberinto. Más allá de aquello que la ciencia jamás podrá alcanzar, allí donde los rayos de la razón se quiebran contra las nubes, ese laberinto existe, núcleo en el que convergen todas las fuerzas del ser, las últimas nervaduras del Espíritu. En ese dédalo de murallas movedizas y siempre trasladadas, fuera de todas las formas conocidas de pensamiento, nuestro Espíritu se agita espiando sus más secretos y espontáneos movimientos, esos que tienen un carácter de revelación, ese aire de venido de otras partes, de caído del cielo.
Pero la raza de los profetas se ha extinguido. Europa se cristaliza, se momifica lentamente dentro de las ataduras de sus fronteras, de sus fábricas, de sus tribunales, de sus universidades. El espíritu «helado» cruje entre las planchas minerales que lo oprimen. Y la culpa es de vuestros sistemas enmohecidos, de vuestra lógica de dos y dos son cuatro; la culpa es de vosotros, rectores, atrapados en la red de los silogismos. Fabricáis ingenieros, magistrados, médicos a quienes escapan los verdaderos misterios del cuerpo, las leyes cósmicas del ser; falsos sabios, ciegos en el más allá, filósofos que pretenden reconstruir el espíritu. El más pequeño acto de creación espontánea constituye un mundo más complejo y más revelador que cualquier sistema metafísico.
Dejadnos, pues, Señores; sois tan sólo usurpadores. ¿Con qué derecho pretendéis canalizar la inteligencia y extender diplomas de Espíritu?
Nada sabéis del espíritu, ignoráis sus más ocultas y esenciales ramificaciones, esas huellas fósiles tan próximas a nuestros propios orígenes, esos rastros que a veces alcanzamos a localizar en los yacimientos más oscuros de nuestro cerebro.
En nombre de vuestra propia lógica, os decimos: la vida apesta, señores. Contemplad por un instante vuestros rostros, y considerad vuestros productos. A través de las cribas de vuestros diplomas, pasa una juventud demacrada, perdida. Sois la plaga de un mundo, señores, y buena suerte para ese mundo, pero que por lo menos no se crea a la cabeza de la humanidad.
Fin de la cita.
Hemos citado al maestro Artaud pues nos puede iluminar hoy día mismo acerca de lo primordial que es la universidad en particular y todo el sistema de enseñanza burgués en el mantenimiento de las relaciones de fuerza preexistentes y en la preservación de las mismas estructuras socio económicas de siempre, de ahí que el neoliberalismo no sea ni nuevo ni liberal sino el fortalecimiento del antiguo régimen. Para alumbrar un camino conducente a facilitar la producción con crecimiento económico sostenido y margen de ganancia adecuado a expectativas que no sean desmedidas se requiere la desidiotización de los consumidores en forma absolutamente verídica que es el caso contrario al de la situación actual intencionada en los últimos tiempos y que apareciera de forma como producto sistémico inherente al modo de producción en los albores del mercantilismo con determinación plena de adscripción al consumismo egoísta a lo lejos y hace tiempo. Ahora andamos explicando como plantar naranjas en todos los países del orbe donde corresponda, donde correspondan manzanas, incidiremos para que se decida plantar manzanas, y no se trata como antes de preservar el control tecnológico pues lo mismo agravaría las crisis. Una necesaria gradual socialización de la tecnología si se efectúa de manera correcta solo puede ser redituable para todos en el marco de las medidas a adoptar que vamos e iremos proponiendo en el presente complejo temático.